martes, 8 de marzo de 2011

Pechuga de pavo con cebolla y tomate picado

Seguimos a la espera de que Salvador Galán explique qué pasa con este blog y con el que prometió hacerse él, pero nada. Debe estar ocupado. Escribiendo seguro. 

Por otro lado, una imagen, que otra cosa si no, me ha obligado a caer en el pasadizo sin salida de la mitología griega. Más en concreto el pasaje en que Edipo se arranca los ojos tras ver suicidada a su madre-esposa.  Sobre este argumento se funda la narrativa occidental. 
Resumiendo obscenamente y obviando el oráculo de Delfos y Esfinge: Edipo había asesinado sin saberlo a su padre y había usurpado un trono, el de Tebas, que le hubiera pertenecido legítimamente. 
Pero como siempre hay más todavía. 
Edipo había tomado por esposa a su madre, Yocasta. Cuando ella se entera se quita la vida. ¿Qué hacer si no? 
¿Por qué Edipo se arranca los ojos con el broche de su esposa-madre? La respuesta es simple y por eso merece detenerse en ella: para ver. El personaje que le revela este secreto es otro ciego, Tiresias, el único habitante de Tebas que ha visto durante todo el reinado de Edipo. El único que ha tenido una percepción clara de lo que acontecía. El que sabía la verdad: Edipo es impostor y asesino, pero es a la vez víctima y rey verdadero. Edipo comprende que sólo quien no puede ver es capaz de ver eso. Verlo así, tal y como es. Si tus ojos se nublan de tu propia sangre, ésta te prevendrá de la hayas derramado en tu nombre. Este el final de la primera tragedia sobre el personaje que escribiera Sofoclés ("Edipo rey"). 
Edipo puede ver. 
Las imágenes, el artificio, no podrá mentirle más y así vaga por Colono en su destierro voluntario (él mismo le pide la expulsión a Creonte, quien carga con el trono) pero impuesto, junto a su hija Antígona, que es también su hermana ya que es hija de su madre. 
Ya no tiene problemas con esas dualidades problemáticas porque no existen para él. Está libre de esas disyuntivas mentirosas y no le afectan.
Su exilio es sólo su exilio y Antígona es sólo Antígona (en la tercera tragedia llamada "Antígona" nos damos cuenta que ser "sólo" Antígona ya es bastante de hecho).  

En La desazón suprema Fernando Vallejo afirma que el cine está por debajo de la literatura precisamente por esa querencia de lo visual, por depender de la mentira de las imágenes y no sólo de las palabras. Por otro lado y siguiendo esta línea de pensamiento, sitúa en el trono absoluto (ojalá no de Tebas) a la música como la más verdadera de las artes.

La imagen que ha borbotoneado en mí todo esto (pone borbotoneado sí, es un verbo inventado o neologismo perfectamente comprensible en el contexto que nos ocupa, no me jodáis, aunque, qué coño: si nadie me lee) es de esa obra maestra absoluta llamada El arte de volar (guión de Antonio Altarriba- dibujos de Kim):



La historia narra la peripecia vital del padre de Altarriba, también llamado como él, Antonio, republicano y anarquista exiliado en Francia, integrante de la resistencia y ciudadano silencioso y bajo sospecha en la España gris de entonces. Este CÓMIC con mayúsculas, premio Cálamo 2009 y Nacional de Cómic 2010, retoma y pervierte todo el planteamiento edípico antes desarrollado y lo hace desde un arte también deudor de la imagen y algo maltratado. El águila imperial saca los ojos al azaroso protagonista cuando éste, recién regresado de Francia, comprende que su país ya no es el mismo y que él tampoco lo podrá ser si quiere sobrevivir en él.  
La última viñeta muestra la sonrisa más triste a la que me he enfrentado nunca.
Y no creo que nadie fuera capaz de escribirla mejor que está dibujada.
Lo que dice es: "qué bien, por fin no veo nada."
Pero sí que ve.
Lo que no me atrevo a revelar es si Edipo sonrió.



Hoy no.

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